viernes, 4 de abril de 2008

Actualización
Comienza uno de los primeros másters adaptados al Plan de Bolonia



Emilio del Cacho Malo, ha sido nombrado director del Máster de Iniciación a la Investigación en Ciencias Veterinarias, uno de los primeros en adaptarse a las directrices establecidas por el Plan de Bolonia. Emilio es Doctor en Ciencias Veterinarias por la Universidad de Zaragoza y Profesor titular de enfermedades parasitarias, cuenta con casi veinte años de experiencia docente.

1. ¿Qué cambios va a tener el Plan de Bolonia para los alumnos?
El Plan de Bolonia va a ser una revolución en cuanto a la actividad docente de la universidad, porque está basado en que el alumno debe aprender a prender. No como ahora, que lo que realmente se practica es una clase teórica, no el adiestrar al alumno en técnicas de aprendizaje.

¿Y para los profesores?
En los profesores también va a influir mucho, porque vamos a tener que cambiar completamente nuestras habilidades docentes. Llevamos muchos años practicando un tipo de docencia y de un curso académico para otro, vamos a tener que cambiar completamente.

2. ¿Cómo cree que se reflejan estos cambios en los másteres?
No sé exactamente cómo puede influir esto en los alumnos del máster, pero yo creo que principalmente se basa en hacer que los másteres sean mucho más prácticos de lo que resultan ahora.

3. ¿Qué caracteriza al programa de formación de su máster? ¿cómo se organizan sus contenidos?
El Máster se caracteriza porque tiene una gran diversidad, intervienen todos los departamentos de la Facultad de Veterinaria. Eso ha hecho que seamos capaces de ofrece más de 60 asignaturas, organizadas en cinco módulos.

4. ¿Los estudios de postgrado serán equivalentes a lo que eran o van a tener un nuevo enfoque?
El enfoque y el objetivo probablemente van a ser el mismo: conseguir que los alumnos se especialicen en una materia concreta. Lo que creo que sí va a cambiar es la valoración del máster. Ahora se van a ofrecer en cada uno de los departamentos de todas las universidad, por lo que habrá mayor competencia y serán más valorados.

5. ¿Qué dificultades tiene adaptar los estudios tradicionales al nuevo Plan de Bolonia?
La verdad es que va a tener una gran dificultad. Principalmente, porque los profesores llevamos toda nuestra vida impartiendo la actividad docente de una forma determinada y ahora tenemos que cambiarla completamente. Hasta ahora, la clase teórica era lo fundamental, con el Plan de Bolonia prácticamente deja de existir.

6. ¿Cómo contempla el futuro de la enseñanza superior en España a partir de estos cambios?
Creo que la idea es hacer que los alumnos tengan una idea práctica. Que tengan una mayor relación con la profesión veterinaria que es, al fin y al cabo, en lo que se les pretende adiestrar.
Por problemas técnicos el audio de la entrevista no se encuentra disponible temporalmente.

--------------------------------------------------------------------------------------


Belchite, el hoy y el ayer a 4 km.


Elsa del Cacho, Belchite. Hace más de setenta años que la Guerra Civil paso por Aragón dejando su huella. No hay duda de que existen muchas guerras en el mundo, pero cada uno recuerda la suya. Hoy recordamos la nuestra.

Retrocedamos en el tiempo… Me encuentro en Belchite, un pueblo situado en la provincia de Zaragoza. Corre el año 1937 y el sofocante calor del verano es lo que menos preocupa a sus habitantes. Las fuerzas republicanas al mando del general Pozas han conseguido ocupar Quinto, Codo y Medina, amenazando la ciudad de Zaragoza. Pero se encuentran frente a un importante obstáculo: el pueblo de Belchite. Pueblo amurallado y defendido por unos dos mil soldados nacionales. Belchite se convierte en el escenario de una batalla tras otra.

Es un pueblo grande, de unos 3.500 habitantes. Cuenta con todo tipo de negocios: tiendas, farmacias, bares… Tiene dos grandes iglesias y un importante convento. Pero batalla tras batalla, todo va desapareciendo.

Han pasado los días, las batallas se han hecho continuas. El verano ha terminado, el horror continúa. Hoy es 6 de septiembre, los nacionales han sido derrotados y el pueblo de Belchite está siendo tomado por las tropas republicanas. Como resultado de este verano de batalla: alrededor de cinco mil muertos y un hermoso pueblo en ruinas.

Avancemos 70 años en la historia y volvamos al día 1 de abril de 2008. La imagen que puedo contemplar hoy del pueblo es exact
amente la misma que 70 años atrás. En pie sólo quedan los cimientos de las que fueron elegantes casas y algunas paredes de lo que fueron establecimientos comerciales. En los tejados, ya solo se ven las vigas de madera y alguna teja rota. Los marcos de las puertas y ventanas están vacíos y las escaleras ahora conducen a ninguna parte. Todo vacío, sin muebles; tan sólo una estantería pegada a la única pared que se conserva de un edificio. El suelo lleno de escombros, de piedras, de tierra… Las paredes llenas de marcas de metralla, disparos, proyectiles… No hay duda de que la estampa refleja exactamente lo que allí ocurrió: el paso de una guerra.

Únicamente encuentro dos diferencias causadas por paso del tiempo. La primera, ahora muchas puertas han sido tapiadas para que la gente que visita el pueblo no entre, ya que empieza a existir cierto peligro de derrumbamiento. La segunda, las malas hierbas lo invaden todo.

Paseo entre las casas derrumbadas observando cada detalle: la pintura azul que todavía adorna sus paredes; los balcones, de los que ha desaparecido el suelo pero se conservan las barandillas; la fuente del pueblo, oxidada, sin agua, torcida y rota, pero todavía pintada de un vivo color verde; y la plaza del pueblo, antes rodeada por numerosas casas y ahora tan solo acompañada por una.

Todo permanece en silencio, tan solo se oyen los murmullos de algunos turistas que visitan el pueblo a la vez que yo. Hace un calor sofocante, pero me deja helada la imagen que tengo ante mi ¿Cómo el hombre puede ser capaz de hacer una cosa así? ¿Cómo puede ser capaz de disparar una vez tras otra hasta arrasar un pueblo entero? ¿Cómo alguien puede perder tanto la razón y ser capaz de destruir miles de casas, miles de vidas…?. “Las guerras que no traen nada bueno”, oigo como le dice un padre a su hijo mientras señala una casa totalmente destrozada.

Me sorprende darme cuenta de lo atractivo que puede resultar algo tan triste y desolador como un pueblo en ruinas. Me sorprende ver como un recuerdo de la tragedia que fue la guerra, con el tiempo, se ha convertido en una atracción turística. Cada año 10.000 personas visitan Belchite, pero me doy cuenta de que a pesar de ello no hay folletos, tampoco se ofertan visitas guiadas al pueblo, ni encuentro carteles explicativos. Charlando con un matrimonio que vivió en el pueblo durante la Guerra Civil, Mariano y Araceli, me doy cuenta de que la gente de Belchite no concibe el pueblo como una atracción turística, sino que para ellos es el reflejo de la tragedia que tuvieron que vivir, es el recuerdo de una guerra. Gritos, disparos, explosiones, muerte… ¿Cómo se van a poner a hacer carteles explicativos o a repartir folletos?

- Yo nací en Belchite en el año 1930. En 1936 estalló la Guerra Civil y en el año 37, a 3km. de Belchite se instaló la zona roja. Este pueblo se convirtió en un frente de batalla. Cuando empezaron los bombardeos, yo solo tenía siete años y mis padres decidieron llevarme a pueblos del Bajo Aragón (Alcañiz) para protegerme. Cuando todo terminó regresamos al pueblo y nosotros, y mucha más gente, vivimos en estas ruinas durante años. ¡Sólo necesitábamos un paraguas cuando llovía!



Parece mentira pero como este hombre, Mariano Álvarez, miles de personas tuvieron que vivir entre paredes y techos derrumbados hasta 17 años, resistiendo el frío, el calor, la lluvia, la nieve... Por fin, en 1942, Franco ordenó reconstruir el pueblo, pero a 4 km. de donde se encontraban los restos del anterior. Quería que el pueblo destrozado quedara intacto para que se pudiera observar la “barbarie de los rojos”. Algo que resulta curioso ya que el pueblo quedó devastado a causa de los bombardeos de la aviación alemana e italiana, aliados franquistas.

Construyeron un nuevo Belchite, lleno de casas grandes y bonitas, con plazas enormes, árboles y flores por todas partes y una magnífica iglesia. En 1954 se terminaron de repartir las casas de este nuevo pueblo entre aquellos que habían perdido la suya en la guerra.

Que curioso resulta comparar los dos pueblos, el ayer y el hoy. Uno en absoluto silencio, otro inundado por el ruido de la vida; uno sumergido en colores tristes, grises y marrones, el otro en colores alegres, blancos y rojos; uno invadido por las malas hierbas, otro repleto de jardines perfectamente cuidados… pero la belleza del nuevo Belchite queda eclipsada por la razón que llevó a construirlo.

Al contemplar estas ruinas no somos capaces de imaginar lo que realmente supuso vivir una guerra que dejó devastado éste y muchos otros pueblos. Pero la tragedia tuvo casi seis mil víctimas con nombres y apellidos. Por ponerles un ejemplo que todos conocemos: la familia de Joan Manuel Serrat, el famoso cantante, era de Belchite y vivió allí durante la guerra. Fue una de las familias más castigadas del pueblo, asesinaron a padres y abuelos, hermanos y primos… en definitiva, a toda una familia, menos a la madre de Serrat ¿por qué? Si algún día son capaces de entenderlo no duden en buscarme y explicármelo.

La tragedia también tuvo protagonistas anónimos, el matrimonio del que les hablaba antes, Mariano Álvarez y Araceli Aloras, por ejemplo. Mientras charlamos, recorremos los restos del pueblo antiguo.

- ¿Por dónde vamos? ¿por la calle de San Juan o por la calle de San Pedro?, pregunta Mariano a su mujer.

¿Pero qué calles? si está todo destrozado, solo quedan esparcidas por el suelo las piedras de los muros que delimitaban lo que un día fueron calles.

- Aquí había una farmacia. Allí vivía mi abuela y esto era el bar donde yo venía a bailar con mis amigas, explica Araceli.

Me doy cuenta de que donde yo sólo veo escombros, ellos todavía ven un pueblo, su pueblo.

Nos detenemos frente a unas bonitas escaleras, que se ven a través de una elegante verja negra. Están rodeadas de frondosos árboles con flores amarillas. Esta imagen, en medio de la devastación, llama bastante la atención. Pregunto a dónde llevan esas escaleras y de la cara de Mariano y Araceli desaparece su amable sonrisa. Me explican que es el trujal, un pozo grande y profundo donde echaban a los muertos del pueblo y “a algunos medio vivos”, añade Araceli. El ver una fosa común al lado de lo que era el casino y en pleno centro del pueblo me hace ser más consciente de lo que pudo ser la vida en Belchite durante la guerra.

Por último, el matrimonio me lleva a ver la que fue la iglesia más importante del pueblo, la Iglesia Parroquial de San Martín (s. XIV). En la puerta de entrada se puede leer: “Pueblo viejo de Belchite ya no te rondarán zagales, ya no se oirán las jotas que cantaban nuestros padres”. Estas líneas, que alguien ha escrito en forma de pintada, describen a la perfección el abandono y el silencio que reina en el antiguo pueblo. Ahora estas ruinas ya solo sirven a los jóvenes como lugar para hacer botellón o como sedes de clubs okupas.

Rafael Alberti escribió: Más que nunca mirada/ como ciudad que en tierra reposa al descubierto/al frente de tu frente se alza tiroteada /tus costados de árboles y llanuras, heridos/pero tu corazón no lo taparán muerto/aunque montes de escombros le paren sus latidos. Aunque el silencio, el abandono y los escombros entierren este pueblo, siempre quedará en la memoria de quienes lo conocieron como campo de batalla y de quienes hoy lo visitamos.